Introducción
La equidad de género, no es solamente una cuestión
de justicia y restitución de derechos de la mujer hacia una sociedad con un ejercicio
pleno de derechos y oportunidades para todos, el tema de género constituye en
sí el planteamiento de si estas brechas de desigualdad de la mujer y en mayor
medida bajo un enfoque de género (Carmen de la Cruz, 1998), significan en
definitiva una traba para el desarrollo de los países, en especial los más
pobres.
El abordaje de la temática de género toma necesariamente,
bajo cualquier enfoque, la necesidad de su acceso e incorporación al mercado de
trabajo y su incorporación específica en proyectos de desarrollo. En este
sentido, precisar sobre el factor trabajo de la mujer y un nuevo enfoque sobre su productividad en base a las tres dimensiones
del trabajo de la mujer: productivo, reproductivo y social (Dirección de
Planificación e Inversión, 2011), permitiría un mayor acercamiento hacia
la medición de los efectos reales derivados de su distinción en la contribución
económica y social al desarrollo[1].
Fundamentos del mercado de trabajo sobre la cuestión de género.
La mayoría de la los enfoques orientados a
explicar la importancia del análisis de género y sus efectos sobre el
desarrollo de los países, se asocia las inequidades de género con las pérdidas
económicas derivadas de la desigualdad de acceso, oportunidades y beneficios de
las mujeres al mercado de trabajo, entonces la
importancia de la función económica y social que desempeñan las mujeres en los
países en vías de desarrollo, a pesar de los condicionamientos a los que están
sometidas por razón de sexo, lo que limita la eficacia de su labor y reduce los
beneficios para el conjunto de la sociedad, ha llevado a plantear como
indispensable la participación plena de
las mujeres con el fin de que el desarrollo sea duradero y efectivo(Carmen de
la Cruz, 1998).
En este sentido, el trabajo del
hogar es un tema central a analizar en la perspectiva de sus efectos en la
economía, donde el trabajo, como se ha visto, constituye un elemento
explicativo fundamental en la generación de la riqueza de los países (A. Smith, 1776), el cual establece
que para generar valor el trabajo tiene que ser productivo.
En el paradigma economicista actual, el factor trabajo no tiene ni sexo ni género, pues lo que es de interés es su productividad, es decir su aporte en la generación de la torta y su posterior distribución. En este sentido, esta creación de la riqueza ha estado y está asociada a la producción de bienes y servicios en la economía para la satisfacción de las necesidades infinitas de la población con los escasos recursos con los que se cuenta.
Sin embargo como se decía, muchos
enfoques de género apuntan en ultima instancia hacia una perspectiva economicista
y reivindicativa del incremento de la productividad del trabajo de la mujer equiparada
con la del hombre con los consiguientes derechos de igualdad de oportunidades,
remuneración, jerarquización de puestos, beneficios laborales y sociales ,etc.,
así visto, así planteado, efectivamente el trabajo no necesita cuestión de
género es simplemente un factor de producción más.
Una nueva concepción de trabajo en
la perspectiva de género para el desarrollo se encuentra en Fernanda Wanderley
en términos de la distinción del trabajo en dos ámbitos, por una parte el que
se encuentra orientado a la generación de ingreso y una segunda hacia la
reproducción de la familia en tanto necesidad de una sociedad para
desarrollarse (F. Wanderley, 2008) , planteando un nuevo paradigma más integral
que reconozca el trabajo no remunerado de la mujer, en su mayoría, hacia la
reproducción de la familia como núcleo de la sociedad, pero sobre todo como
causa directa e indirecta de un valor de uso, sin valor económico actual, como
es el trabajo del hogar y la familia, planteando consiguientemente, la
necesidad de avanzar hacia la respuesta de algunas preguntas como si este
trabajo tiene efectos en la productividad de la sociedad, la afectividad y
valores constituyen factores de relevancia para
la formación y educación de valores de los miembros de una sociedad, y si este trabajo
genera de por sí ode manera indirecta riqueza social y consiguientemente si el trabajo reproductivo dentro de las tres dimensiones del
trabajo de la mujer debiera ser medido y en última instancia remunerado
desde el Estado.
Así, en una nueva perspectiva de desarrollo con enfoque de género, la función de bienestar social no se encontraría totalmente definida por el crecimiento económico y mejoras en la distribución de la renta, mejores niveles de escolaridad, acceso a servicios básicos, seguridad social, etc., sino también por el valor del trabajo de reproducción familiar, hasta ahora no visibilizado y menos tomado en cuenta en la construcción de la riqueza de los pueblos.
En esta nueva visión de
desarrollo, la producción de bienes y servicios generados por un trabajo
productivo, se complementa con un trabajo de reproducción familiar que plantea
la necesidad de satisfacción de necesidades no atendidas de manera integral y
que explicarían porque en sociedades con alta tasas de crecimiento, existen
cuestionamientos al nivel de bienestar alcanzado.
Incorporación de una perspectiva de género en los proyectos.
Una visión de género en un proyecto debe ser
incorporada desde el diagnóstico, planificación, elaboración, ejecución y
evaluación de los proyectos, en base a un contexto y una realidad determinada, lo
cual quiere decir que si bien la temática de género es considerada como
transversal, se debe tomar en cuenta que su tratamiento desde un proyecto debe ser
analizada de manera específica, considerando
los elementos propios de territorialidad y cultura para analizar y evaluar los
efectos de las propuestas de intervención, el cambio en la condición y posición
de las mujeres y determinados aspectos en las relaciones de género que nos
permita visualizar con mayor nitidez el
sistema sexo - género vigente.
No existen recetas estándar para
la incorporación de la temática de género en los proyectos y su manejo debe ser
asumida como un conjunto de acciones o medidas posibles a asumir bajo un enfoque
de igualdad que no sea agresivo e invasivo con los destinatarios o
beneficiarios de los proyectos y que al a vez permita visibilizar la discriminación de género y desvelar sus causas (Kedeitu, 2007).
La identificación de los objetivos de un proyecto con enfoque de género tiene su
origen, siguiendo una metodología de marco lógico, en la incorporación de la temática
de género en la identificación del árbol de problemas en tanto base para una
agenda específica que identifica qué necesidades de género han de ser seleccionadas
y las estrategias para lograrlo. Tanto los objetivos como el diagnóstico son
parte de un proceso que conduce a la reidentificación y el ajuste de las
necesidades prácticas y estratégicas de género asegurando que puedan ser
introducidas en cualquier momento de la planificación.
En la metodología a utilizar, la consulta y la
participación es el procedimiento de mayor importancia pero a la vez el más complejo
donde la participación de las mujeres es un fin en sí mismo como actores
no solo de acción sino de decisión “empoderamiento”, para mejorar los
resultados de los proyectos y la promoción de su participación en otras esferas
desarrollo de capacidades.
Si bien estos procesos descrito
pudieran parecer netamente técnicos, incorporan aspectos de orden político, en tanto se refleja intereses y posibles
conflictos de poder basados en los enfoques de género que puedan ser
incorporados en los proyectos, esto debe
ser previsto en el diseño y planificación y no percibir este paso como un
proceso horizontal y de consensos per
se.
Igualdad como prioridad, destinar
recursos específicos hacia el objetivo de igualdad, presencia equilibrada de
mujeres y hombres en las etapas de ejecución del proyecto son elementos que
favorecerán la incorporación de la perspectiva de género.
Por otra parte, en el ciclo de
los proyectos, la Evaluación es de suma importancia ya que permite en el caso de la incorporación
de un enfoque de género, poder analizar los efectos y avances en este tema
específico de género, para lo cual una formulación adecuada y precisa de
indicadores se hace indispensable.
Financiamiento productivo con enfoque de Género.
Las mujeres en nuestro país
continúan tropezando con barreras que se oponen a su potenciación económica y a
sus actividades productivas. Entre esos obstáculos se incluyen la
discriminación de la mujer en la educación, la capacitación, la contratación,
el acceso al crédito y el derecho a la propiedad y la herencia; los niveles de
remuneración y frecuencia de promoción inferiores por igual trabajo; y las
mayores responsabilidades domésticas. Sin embargo, en lo que corresponde al
cumplimiento de obligaciones contraídas respecto al financiamiento otorgado, en
condiciones no equitativas con los varones, las tendencias observadas muestran
que las mujeres son más responsables en el cumplimiento de los compromisos
asumidos, por lo que son consideradas mejores “pagadoras” dentro de un análisis
del sistema financiero no regulado, muestra que aquellas entidades donde la
participación de las mujeres en sus carteras es mayor a la de los hombres, la
mora tiene un porcentaje menor, a aquellas en las que la participación de las
mujeres es menor.
También es una realidad actual
una mayor participación de la mujer en la economía nacional, la cual entre
otras variables, se constata por un mayor acceso al financiamiento. De acuerdo
a información de la Asociación de Entidades Financieras Especializadas en Micro
Finanzas (ASOFIN)2, el
saldo de su cartera destinada a mujeres ha registrado un valor de 781 millones
de dólares a finales del 2010, que representa un 40.9% de su cartera total; que
comparativamente al quinquenio 2005 – 2009 ha tenido un incremento del 2.7% (de
38,2 % a 40.9%). Por otro lado, se ha incrementado el monto del crédito
promedio para mujeres, que fue de 1.800 dólares en el quinquenio 2005 – 2009 a
un monto promedio de 2.800 dólares para finales del 2010. Asimismo, ASOFIN
registra a finales del 2010, un crecimiento absoluto de sus clientes mujeres,
respecto de su promedio 2005 – 2009, de un 34%, representando actualmente un
48.9% de su total de clientes.
Por otro lado, la otorgación de
financiamiento a las unidades productivas conformadas por mujeres influye de
manera directa en la situación de la familia vinculada a la actividad
productiva de referencia. Es así que, el establecimiento de acciones que
promuevan el acceso al financiamiento de mujeres productoras tendrá efecto y/o
impacto directo en los demás miembros de la unidad familiar, debido a que a
través de las mujeres, los beneficios en términos de mejora de ingresos y
otros, son más evidentes y demostrables cuando la unidad familiar esta
liderizada por una jefe de hogar o cuando la mujer, al igual que el hombre,
contribuye de manera significativa en la generación de ingresos para la unidad
familiar.
Si bien es cierto el
financiamiento juega un papel importante como factor de empoderamiento de la
mujer a través de una mayor independencia de generación de ingresos y
productividad, requiere una visión más integral de acompañamiento de servicios
no financieros como educación, capacitación, liderazgo, etc, mediante proyectos
con enfoque de género.
Finalmente, tanto el desarrollo
como el subdesarrollo han generado un proceso de expulsión de la mujer de los
hogares hacia los mercados laborales remunerados, lo cual por un lado reclama
equidad de acceso y oportunidades, pero por otro ha generado efectos sociales
de mediano y largo plazo de diferentes connotaciones que son de gran
importancia a la hora de analizar la calidad de desarrollo y el rol de la mujer
en el mismo, aspecto que no ha sido
conmensurados al presente.
Bibliografía
De la Cruz, C. (1998). Guía
metodológica para integrar la perspectiva de género en proyectos y
programas de desarrollo. País Vasco, España:
EMAKUNDE/Instituto Vasco de la Mujer.
Kideitu. (2007). Guía para la incorporación del enfoque de género
en los proyectos de empleo y
formación. Aprendiendo de la experiencia
EQUAL. Gobierno Vasco, España: EMAKUNDE/Instituto Vasco de la Mujer como
entidad coordinadora de la Agrupación de Desarrollo “Red Kideitu”.
Wanderley, F.
(2008). Género y
desafíos post-neoliberales. Género, etnicidad y trabajo en Bolivia.
Revista
Umbrales No. 18. La Paz, Bolivia: Plural
editores CIDES – UMSA.
Dirección de Planificación e Inversión. (2011). Metodología de
transversalización. Guía metodológica para la transversalización de los
enfoques de interculturalidad y género en la formulación de los proyectos. Quito, Ecuador:
Ministerio del Ambiente.
[1]
Esta dimensión de análisis plantea la hipótesis acerca de si el trabajo no
remunerado de la mujer, genera beneficios económicos y sociales a una economía
y consiguientemente se convierte en una variable explicativa de desarrollo.
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