martes, 3 de junio de 2014

GÉNERO Y DESARROLLO.




Introducción

La equidad de género, no es solamente una cuestión de justicia y restitución de derechos de la mujer hacia una sociedad con un ejercicio pleno de derechos y oportunidades para todos, el tema de género constituye en sí el planteamiento de si estas brechas de desigualdad de la mujer y en mayor medida bajo un enfoque de género (Carmen de la Cruz, 1998), significan en definitiva una traba para el desarrollo de los países, en especial los más pobres.
El abordaje de la temática de género toma necesariamente, bajo cualquier enfoque, la necesidad de su acceso e incorporación al mercado de trabajo y su incorporación específica en proyectos de desarrollo. En este sentido, precisar sobre el factor trabajo de la mujer y un nuevo enfoque sobre  su productividad en base a las tres dimensiones del trabajo de la mujer: productivo, reproductivo y social (Dirección de Planificación e Inversión, 2011), permitiría un mayor acercamiento hacia la medición de los efectos reales derivados de su distinción en la contribución económica y social al desarrollo[1].

Fundamentos del mercado de trabajo sobre la cuestión de género.

La mayoría de la los enfoques orientados a explicar la importancia del análisis de género y sus efectos sobre el desarrollo de los países, se asocia las inequidades de género con las pérdidas económicas derivadas de la desigualdad de acceso, oportunidades y beneficios de las mujeres al mercado de trabajo, entonces la importancia de la función económica y social que desempeñan las mujeres en los países en vías de desarrollo, a pesar de los condicionamientos a los que están sometidas por razón de sexo, lo que limita la eficacia de su labor y reduce los beneficios para el conjunto de la sociedad, ha llevado a plantear como indispensable la participación plena de las mujeres con el fin de que el desarrollo sea duradero y efectivo(Carmen de la Cruz, 1998).
En este sentido, el trabajo del hogar es un tema central a analizar en la perspectiva de sus efectos en la economía, donde el trabajo, como se ha visto, constituye un elemento explicativo fundamental en la generación de la riqueza  de los países (A. Smith, 1776), el cual establece que para generar valor el trabajo tiene que ser productivo.

En el paradigma economicista actual, el factor trabajo no tiene ni sexo ni género, pues lo que es de interés es su productividad, es decir su aporte en la generación de la torta y su posterior distribución. En este sentido, esta creación de la riqueza ha estado y está asociada a la producción de bienes y servicios en la economía para la satisfacción de las necesidades infinitas de la población con los escasos recursos con los que se cuenta.

Sin embargo como se decía, muchos enfoques de género apuntan en ultima instancia hacia una perspectiva economicista y reivindicativa del incremento de la productividad del trabajo de la mujer equiparada con la del hombre con los consiguientes derechos de igualdad de oportunidades, remuneración, jerarquización de puestos, beneficios laborales y sociales ,etc., así visto, así planteado, efectivamente el trabajo no necesita cuestión de género es simplemente un factor de producción más.
Una nueva concepción de trabajo en la perspectiva de género para el desarrollo se encuentra en Fernanda Wanderley en términos de la distinción del trabajo en dos ámbitos, por una parte el que se encuentra orientado a la generación de ingreso y una segunda hacia la reproducción de la familia en tanto necesidad de una sociedad para desarrollarse (F. Wanderley, 2008) , planteando un nuevo paradigma más integral que reconozca el trabajo no remunerado de la mujer, en su mayoría, hacia la reproducción de la familia como núcleo de la sociedad, pero sobre todo como causa directa e indirecta de un valor de uso, sin valor económico actual, como es el trabajo del hogar y la familia, planteando consiguientemente, la necesidad de avanzar hacia la respuesta de algunas preguntas como  si este trabajo tiene efectos en la productividad de la sociedad, la afectividad y valores constituyen factores de relevancia para la formación y educación de valores de los miembros de una sociedad, y si este trabajo genera de por sí ode manera indirecta riqueza social y consiguientemente si el trabajo reproductivo dentro de las tres dimensiones del trabajo de la mujer debiera ser medido y en última instancia remunerado desde el Estado.

Así, en una nueva  perspectiva de desarrollo con enfoque de género, la función de bienestar social no se encontraría totalmente definida por el crecimiento económico y mejoras en la distribución de la renta, mejores niveles de escolaridad, acceso a servicios básicos, seguridad social, etc., sino también por el valor del trabajo de reproducción familiar, hasta ahora no visibilizado y menos tomado en cuenta en la construcción de la riqueza de los pueblos.

En esta nueva visión de desarrollo, la producción de bienes y servicios generados por un trabajo productivo, se complementa con un trabajo de reproducción familiar que plantea la necesidad de satisfacción de necesidades no atendidas de manera integral y que explicarían porque en sociedades con alta tasas de crecimiento, existen cuestionamientos al nivel de bienestar alcanzado.

Incorporación de una perspectiva de género en los proyectos.

Una visión de género en un proyecto debe ser incorporada desde el diagnóstico, planificación, elaboración, ejecución y evaluación de los proyectos, en base a un contexto y una realidad determinada, lo cual quiere decir que si bien la temática de género es considerada como transversal, se debe tomar en cuenta que su tratamiento desde un proyecto debe ser  analizada de manera específica, considerando los elementos propios de territorialidad y cultura para analizar y evaluar los efectos de las propuestas de intervención, el cambio en la condición y posición de las mujeres y determinados aspectos en las relaciones de género que nos permita visualizar con mayor  nitidez el sistema sexo - género vigente.

No existen recetas estándar  para la incorporación de la temática de género en los proyectos y su manejo debe ser asumida como un conjunto de acciones o medidas posibles a asumir bajo un enfoque de igualdad que no sea agresivo e invasivo con los destinatarios o beneficiarios de los proyectos y que al a vez permita visibilizar la discriminación de género y desvelar sus causas (Kedeitu, 2007).

La identificación de los objetivos de un  proyecto con enfoque de género tiene su origen, siguiendo una metodología de marco lógico, en la incorporación de la temática de género en la identificación del árbol de problemas en tanto base para una agenda específica que identifica qué necesidades de género han de ser seleccionadas y las estrategias para lograrlo. Tanto los objetivos como el diagnóstico son parte de un proceso que conduce a la reidentificación y el ajuste de las necesidades prácticas y estratégicas de género asegurando que puedan ser introducidas en cualquier momento de la planificación.
En la  metodología a utilizar, la consulta y la participación es el procedimiento de mayor importancia  pero a la vez el  más complejo  donde la participación de las mujeres es un fin en sí mismo como actores no solo de acción sino de decisión “empoderamiento”, para mejorar los resultados de los proyectos y la promoción de su participación en otras esferas desarrollo de capacidades.

Si bien estos procesos descrito pudieran parecer netamente técnicos, incorporan aspectos de orden político,  en tanto se refleja intereses y posibles conflictos de poder basados en los enfoques de género que puedan ser incorporados en los proyectos,  esto debe ser previsto en el diseño y planificación y no percibir este paso como un proceso  horizontal y de consensos per se.

Igualdad como prioridad, destinar recursos específicos hacia el objetivo de igualdad, presencia equilibrada de mujeres y hombres en las etapas de ejecución del proyecto son elementos que favorecerán la incorporación de la perspectiva de género.

Por otra parte, en el ciclo de los proyectos, la Evaluación es de suma importancia  ya que permite en el caso de la incorporación de un enfoque de género, poder analizar los efectos y avances en este tema específico de género, para lo cual una formulación adecuada y precisa de indicadores se hace indispensable.

Financiamiento productivo con enfoque de Género.

Las mujeres en nuestro país continúan tropezando con barreras que se oponen a su potenciación económica y a sus actividades productivas. Entre esos obstáculos se incluyen la discriminación de la mujer en la educación, la capacitación, la contratación, el acceso al crédito y el derecho a la propiedad y la herencia; los niveles de remuneración y frecuencia de promoción inferiores por igual trabajo; y las mayores responsabilidades domésticas. Sin embargo, en lo que corresponde al cumplimiento de obligaciones contraídas respecto al financiamiento otorgado, en condiciones no equitativas con los varones, las tendencias observadas muestran que las mujeres son más responsables en el cumplimiento de los compromisos asumidos, por lo que son consideradas mejores “pagadoras” dentro de un análisis del sistema financiero no regulado, muestra que aquellas entidades donde la participación de las mujeres en sus carteras es mayor a la de los hombres, la mora tiene un porcentaje menor, a aquellas en las que la participación de las mujeres es menor.

También es una realidad actual una mayor participación de la mujer en la economía nacional, la cual entre otras variables, se constata por un mayor acceso al financiamiento. De acuerdo a información de la Asociación de Entidades Financieras Especializadas en Micro Finanzas (ASOFIN)2, el saldo de su cartera destinada a mujeres ha registrado un valor de 781 millones de dólares a finales del 2010, que representa un 40.9% de su cartera total; que comparativamente al quinquenio 2005 – 2009 ha tenido un incremento del 2.7% (de 38,2 % a 40.9%). Por otro lado, se ha incrementado el monto del crédito promedio para mujeres, que fue de 1.800 dólares en el quinquenio 2005 – 2009 a un monto promedio de 2.800 dólares para finales del 2010. Asimismo, ASOFIN registra a finales del 2010, un crecimiento absoluto de sus clientes mujeres, respecto de su promedio 2005 – 2009, de un 34%, representando actualmente un 48.9% de su total de clientes.

Por otro lado, la otorgación de financiamiento a las unidades productivas conformadas por mujeres influye de manera directa en la situación de la familia vinculada a la actividad productiva de referencia. Es así que, el establecimiento de acciones que promuevan el acceso al financiamiento de mujeres productoras tendrá efecto y/o impacto directo en los demás miembros de la unidad familiar, debido a que a través de las mujeres, los beneficios en términos de mejora de ingresos y otros, son más evidentes y demostrables cuando la unidad familiar esta liderizada por una jefe de hogar o cuando la mujer, al igual que el hombre, contribuye de manera significativa en la generación de ingresos para la unidad familiar.

Si bien es cierto el financiamiento juega un papel importante como factor de empoderamiento de la mujer a través de una mayor independencia de generación de ingresos y productividad, requiere una visión más integral de acompañamiento de servicios no financieros como educación, capacitación, liderazgo, etc, mediante proyectos con enfoque de género.

Finalmente, tanto el desarrollo como el subdesarrollo han generado un proceso de expulsión de la mujer de los hogares hacia los mercados laborales remunerados, lo cual por un lado reclama equidad de acceso y oportunidades, pero por otro ha generado efectos sociales de mediano y largo plazo de diferentes connotaciones que son de gran importancia a la hora de analizar la calidad de desarrollo y el rol de la mujer en  el mismo, aspecto que no ha sido conmensurados al presente.

 Bibliografía
De la Cruz, C. (1998). Guía metodológica para integrar la perspectiva de género en proyectos y
programas de desarrollo. País Vasco, España: EMAKUNDE/Instituto Vasco de la Mujer.


Kideitu. (2007). Guía para la incorporación del enfoque de género en los proyectos de empleo y
formación. Aprendiendo de la experiencia EQUAL. Gobierno Vasco, España: EMAKUNDE/Instituto Vasco de la Mujer como entidad coordinadora de la Agrupación de Desarrollo “Red Kideitu”.


Wanderley, F. (2008). Género y desafíos post-neoliberales. Género, etnicidad y trabajo en Bolivia. Revista
Umbrales No. 18. La Paz, Bolivia: Plural editores CIDES – UMSA.

Dirección de Planificación e Inversión. (2011). Metodología de transversalización. Guía metodológica para la transversalización de los enfoques de interculturalidad y género en la formulación  de los proyectos. Quito, Ecuador: Ministerio del Ambiente.


[1] Esta dimensión de análisis plantea la hipótesis acerca de si el trabajo no remunerado de la mujer, genera beneficios económicos y sociales a una economía y consiguientemente se convierte en una variable explicativa de desarrollo.

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